domingo, 11 de noviembre de 2018

Análisis axiológico de "La liebre y la tortuga"


(en construcción)

Cursos: 1º y 2º de Educación Primaria

Aprendizaje:
En positivo (valores de la tortuga): autoestima, laboriosidad, perseverancia
En negativo (a través de contravalores de la liebre): humildad (prepotencia/soberbia), respeto (infravaloración, minusvaloración), responsabilidad (descuido: gula y pereza)   

Esopo (1639-1640) Diego de Velázquez
Museo Nacional del Prado, Madrid  

“Vida y Fábulas de Esopo – Fábulas de Babrio”
Introducción general Carlos García Gual
Introducciones, traducciones y notas de P. Bádenas de la Peña y J. López Facal
Biblioteca Clásica Gredos 6
Editorial Gredos 1993

Una tortuga y una liebre discutían sobre su rapidez. Y, tras fijar fecha y lugar, se separaron. Así pues, la liebre, despreocupándose de la carrera, confiada en su rapidez natural, se echó junto al camino y se puso a dormir. La tortuga, consciente de su propia lentitud, no dejó de correr y así, sobrepasando a la liebre que dormía, alcanzó el premio de la victoria. La fábula muestra que muchas veces el trabajo vence a una naturaleza despreocupada.

“La fábula mesopotámica, la grecolatina, la oriental, las versiones medievales, las dieciochescas, etc.” (p. 3).

“Aristóteles no considera la fábula como género de ficción independiente, sino como uno de los numerosos medios del orador para provocar la persuasión (pístis), es decir, como figura retórica” Nojgaard La fable antique I p. 27 (1964)

“Aristóteles considera la fábula como una especie de ejemplo (parádeigma) empleado por los oradores, y señala dos rasgos de la misma: que es una narración ficticia y alegórica” (p. 3).

Después de Aristóteles: función pedagógica

Las fábulas eran muy populares (oralidad).
“En su larga tradición secular las fábulas se han transmitido con múltiples variantes y adaptaciones de detalle , como era de esperar, dado el carácter de su transmisión, en gran parte oral, y su aspecto de literatura popular” (p. 8).

“Si La Fontaine consiguió, gracias a su maestría estilística y a sus dones poéticos, recubrirlo de un nuevo prestigio estético, el honor de haberlo tomado como tema de una seria consideración crítica recae sobre teóricos alemanes del XVIII, en Lessing ante todo, seguido a distancia por Herder, y mucho más tarde (en 1839) por J. Grimm” (pp. 3-4).

Los teóricos posteriores “han vuelto a subrayar la agudeza de Lessing al señalar como caracteres de la fábula la brevedad y la conclusión moral (aunque esa “moral” sea objeto de posteriores discusiones sobre su validez y su pragmatismo)” (p. 4)

J. Janssens (p. 7): “La fábula es un relato de poca extensión, en prosa o en verso, que se propone instruir, destacar una verdad, enunciar un precepto con la ayuda de una historieta que ilustra un caso dado y cuya conclusión lógica tiene la fuerza de una demostración y el valor de una enseñanza. La lección que se desprende de la misma está formulada en una máxima, o bien, sobreentendida, procede por inducción: es la moraleja. La fábula es propiamente la puesta en acción de una moraleja por medio de una ficción, o, incluso, una instrucción moral que se cubre del velo de la alegoría”.

“A diferencia del cuento fantástico, las figuras de los animales parlantes no invitan a una evasión, sino a una meditación sobre el mundo humano. Las criaturas de ese microcosmos bestial aparecen humanizadas en cuanto dotadas de lógos (en el sentido griego de “razón y palabra”), y su actuación se conforma según ciertas normas que excluyen lo prodigioso. De ahí el “realismo irónico” del género, que acude a la ficción falsa (pseúdos) para descubrir la verdad (alétheia)” (p. 4).

“Toda fábula tiene una intención moral. […] La conclusión implícita en el relato es lo que fundamenta una explicitación de la misma en una moraleja abstracta, colocada antes o después de la narración misma, como promitio o epimitio. (Es más frecuente colocarla al final)” (p. 5).

“Desde el punto de vista histórico, hay que notar que las moralejas de la colección esópica son añadidos posteriores, y que, en algunos casos, no están adaptados a la conclusión implícita de la fábula” (p. 5).

“En la estructura de la fábula esópica sencilla pueden distinguirse varios elementos imprescindibles: 1) una situación de base, en la que se expone un cierto conflicto entre dos figuras, generalmente animales; 2) la actuación de los personajes, que procede de una libre decisión de los mismos, que eligen entre las posibilidades de la situación dada; y 3) la evaluación del comportamiento elegido, que se refleja en el resultado pragmático de su acción, calificada así de inteligente o necia” (p. 5).

“Para decidir el éxito de la acción importan sólo dos rasgos: la fuerza y la inteligencia” (p. 6). La fuerza es un elemento estático, fijado previamente; mientras que es la inteligencia la que define el conflicto, y de ahí el valor didáctico del género (p. 6).

“Se deja sentir un trasfondo histórico ineludible. La fábula esópica refleja ciertos rasgos del pensamiento griego de la época arcaica. La inteligencia significa habilidad para la trampa y el engaño, y lo único que importa es el éxito, sin otra sanción transcendente. Lo natural es que el más fuerte devore al más débil y que el más listo engañe al más tonto” (p. 6).

“La modificación del resultado, y de la moraleja, de una fábula mediante una nueva versión, con un afán consciente de corregir el sentido original, es un proceso muy repetido en la historia literaria. […] De modo semejante, en versiones modernas para niños […] se dulcifica la lógica y cruel conclusión del relato” (p. 8).

“La brevedad extrema es típica de la tradición esópica. Para su utilización didáctica o retórica sobraban otras galas literarias” (p. 7).

“Esopo, desde luego, no fue su inventor ni su introductor en Grecia. […] La fama de Esopo se debe a que fijó el tipo clásico de la fábula y divulgó la primera colección de las mismas” (p. 8).

“La existencia, real o literaria, de este curioso personaje, el esclavo frigio que, según los diversos testimonios biográficos, habría vivido en la segunda mitad del siglo VI a. C. […] La creación de la estatua de Esopo, obra del escultor Lisipo, en el ágora ateniense fue otra muestra del reconocimiento de esta ciudad al fabulista, cuyos ejemplos recopiló de nuevo, en una edición definitiva para el futuro de la colección , el peripatético Demetrio de Falero, el último tercio del siglo IV [a. C.]. Probablemente las colecciones anónimas de las fábulas griegas que han llegado hasta nosotros -la más antigua de las cuales, Augustana, no es anterior en su redacción al siglo I o II de nuestra era- descienden de esa benemérita recolección de ese discípulo de Teofrasto” (p. 8).

"Los niños en las fábulas de Esopo" Luis García Iglesias

Referencias bibliográficas

(continuación)

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