(en construcción)
Cursos: 1º y 2º de Educación Primaria
Aprendizaje:
En positivo
(valores de la tortuga): autoestima, laboriosidad, perseverancia
En
negativo (a través de contravalores de la liebre): humildad (prepotencia/soberbia),
respeto (infravaloración, minusvaloración), responsabilidad (descuido: gula y
pereza)
Esopo (1639-1640) Diego de Velázquez
Museo Nacional del Prado, Madrid
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“Vida y Fábulas de Esopo – Fábulas de Babrio”
Introducción general Carlos García Gual
Introducciones, traducciones y notas de P. Bádenas de la Peña y J. López
Facal
Biblioteca Clásica Gredos 6
Editorial Gredos 1993
Una tortuga y una liebre
discutían sobre su rapidez. Y, tras fijar fecha y lugar, se separaron. Así
pues, la liebre, despreocupándose de la carrera, confiada en su rapidez
natural, se echó junto al camino y se puso a dormir. La tortuga, consciente de
su propia lentitud, no dejó de correr y así, sobrepasando a la liebre que
dormía, alcanzó el premio de la victoria. La fábula muestra que muchas veces el
trabajo vence a una naturaleza despreocupada.
“La fábula mesopotámica, la grecolatina, la oriental, las versiones
medievales, las dieciochescas, etc.” (p. 3).
“Aristóteles no considera la fábula como género de ficción independiente,
sino como uno de los numerosos medios del orador para provocar la persuasión (pístis), es decir, como figura retórica”
Nojgaard La fable antique I p. 27
(1964)
“Aristóteles considera la fábula como una especie de ejemplo (parádeigma) empleado por los oradores, y
señala dos rasgos de la misma: que es una narración ficticia y alegórica” (p.
3).
Después de Aristóteles: función pedagógica
Las fábulas eran muy populares (oralidad).
“En su larga tradición secular las fábulas se han transmitido con múltiples
variantes y adaptaciones de detalle , como era de esperar, dado el carácter de
su transmisión, en gran parte oral, y su aspecto de literatura popular” (p. 8).
“Si La Fontaine consiguió, gracias a su maestría estilística y a sus dones
poéticos, recubrirlo de un nuevo prestigio estético, el honor de haberlo tomado
como tema de una seria consideración crítica recae sobre teóricos alemanes del
XVIII, en Lessing ante todo, seguido a distancia por Herder, y mucho más tarde
(en 1839) por J. Grimm” (pp. 3-4).
Los teóricos posteriores “han vuelto a subrayar la agudeza de Lessing al
señalar como caracteres de la fábula la brevedad
y la conclusión moral (aunque esa
“moral” sea objeto de posteriores discusiones sobre su validez y su
pragmatismo)” (p. 4)
J. Janssens (p. 7): “La fábula es un relato de poca extensión, en prosa o
en verso, que se propone instruir, destacar una verdad, enunciar un precepto
con la ayuda de una historieta que ilustra un caso dado y cuya conclusión
lógica tiene la fuerza de una demostración y el valor de una enseñanza. La
lección que se desprende de la misma está formulada en una máxima, o bien,
sobreentendida, procede por inducción: es la moraleja. La fábula es propiamente
la puesta en acción de una moraleja por medio de una ficción, o, incluso, una
instrucción moral que se cubre del velo de la alegoría”.
“A diferencia del cuento fantástico, las figuras de los animales parlantes
no invitan a una evasión, sino a una meditación sobre el mundo humano. Las
criaturas de ese microcosmos bestial aparecen humanizadas en cuanto dotadas de lógos (en el sentido griego de “razón y
palabra”), y su actuación se conforma según ciertas normas que excluyen lo
prodigioso. De ahí el “realismo irónico” del género, que acude a la ficción
falsa (pseúdos) para descubrir la
verdad (alétheia)” (p. 4).
“Toda fábula tiene una
intención moral. […] La conclusión implícita en el relato es lo que fundamenta
una explicitación de la misma en una moraleja abstracta, colocada antes o
después de la narración misma, como promitio
o epimitio. (Es más frecuente
colocarla al final)” (p. 5).
“Desde el punto de vista
histórico, hay que notar que las moralejas de la colección esópica son añadidos
posteriores, y que, en algunos casos, no están adaptados a la conclusión
implícita de la fábula” (p. 5).
“En la estructura de la fábula esópica sencilla pueden distinguirse varios
elementos imprescindibles: 1) una situación de base, en la que se expone un
cierto conflicto entre dos figuras, generalmente animales; 2) la actuación de
los personajes, que procede de una libre decisión de los mismos, que eligen
entre las posibilidades de la situación dada; y 3) la evaluación del
comportamiento elegido, que se refleja en el resultado pragmático de su acción,
calificada así de inteligente o necia” (p. 5).
“Para decidir el éxito de la
acción importan sólo dos rasgos: la fuerza y la inteligencia” (p. 6). La fuerza
es un elemento estático, fijado previamente; mientras que es la inteligencia la
que define el conflicto, y de ahí el valor didáctico del género (p. 6).
“Se deja sentir un trasfondo
histórico ineludible. La fábula esópica refleja ciertos rasgos del pensamiento
griego de la época arcaica. La inteligencia significa habilidad para la trampa
y el engaño, y lo único que importa es el éxito, sin otra sanción
transcendente. Lo natural es que el más fuerte devore al más débil y que el más
listo engañe al más tonto” (p. 6).
“La modificación del
resultado, y de la moraleja, de una fábula mediante una nueva versión, con un
afán consciente de corregir el sentido original, es un proceso muy repetido en
la historia literaria. […] De modo semejante, en versiones modernas para niños
[…] se dulcifica la lógica y cruel conclusión del relato” (p. 8).
“La brevedad extrema es típica
de la tradición esópica. Para su utilización didáctica o retórica sobraban
otras galas literarias” (p. 7).
“Esopo, desde luego, no fue su
inventor ni su introductor en Grecia. […] La fama de Esopo se debe a que fijó el tipo clásico de la fábula y
divulgó la primera colección de las
mismas” (p. 8).
“La existencia, real o literaria, de este curioso
personaje, el esclavo frigio que, según los diversos testimonios biográficos,
habría vivido en la segunda mitad del siglo VI a. C. […] La creación de la
estatua de Esopo, obra del escultor Lisipo, en el ágora ateniense fue otra
muestra del reconocimiento de esta ciudad al fabulista, cuyos ejemplos recopiló
de nuevo, en una edición definitiva para el futuro de la colección , el
peripatético Demetrio de Falero, el último tercio del siglo IV [a. C.].
Probablemente las colecciones anónimas de las fábulas griegas que han llegado
hasta nosotros -la más antigua de las cuales, Augustana, no es anterior en su redacción al siglo I o II de
nuestra era- descienden de esa benemérita recolección de ese discípulo de
Teofrasto” (p. 8).
"Los niños en las fábulas de Esopo" Luis García Iglesias
Referencias bibliográficas
(continuación)
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